Preséntate aquí

La mira con los ojos entrecerrados, atravesándola con su ira. De momento no puede hacer mucho más...
Ni siquiera la contesta. No quiere hacer más el ridículo delante de La Pluma y el resto de los clanes.
Pero cuando la tuviera a solas....

Se coloca detrás de ella, apretando sus frágiles hombros y no puede evitar empezar a reir a carcajadas. Al principio roncas, después con una profundidad tenebrosa. Acerca la cabeza a su oído para susurrar...
- Parece que Micael te ha abandonado, querida - su voz vuelve a ser melosa -. ¿No lo ves? Ya ni si quiera tiene intención de defender a una espía.

Suspira, hundiendo los hombros.

-No soy ninguna espia -dos gruesas lágrimas resbalan por sus mejillas-. No soy una... espia -mira a Micael de nuevo-. No lo soy.

- No te cree, humana. ¿Por qué habría de hacerlo si de tu boca sólo salen mentiras?
Se aparta de ella y vuelve a subir a su trono. Se queda en pie y eleva el trono de voz.
- He aquí mi castigo para ambos - se dirige a la humana -: Servirás como alimento en mi morada. Los vampiros beberán de ti hasta hartarse cada noche.
Ignora las protestas de la mujer para dirigirse al Príncipe.
- Pero tú, sin embargo, no volverás a probar su sangre - susurra con maldad -. Podrás hacer con ella lo que desees: golpearla, torturarla, amarla... Pero no podrás alimentarte ni acabar con su vida.
Se sienta en el trono con aire majestuoso.
- Ahora, llévala al Rosetón.

- ¿Qué significa eso? ¿De qué castigo habla? ¿Beber sangre? -mira confusa a su alrededor-. ¿Qué está diciendo, Micael? -se vuelve hacia el hombre-. ¡Dime qué está diciendo!

No puede evitar abofetearla con el dorso de la mano. Contiene su fuerza, pero aún así hace que gire la cabeza por el impacto.
Ignora sus gimoteos y lloros y la arrastra hacia la mansión, sujetándola de un brazo.
- Vamos - dice con furia, los ojos azules llameando -, haré que cumplas tu castigo.

Siente sangre en la boca, debido al golpe.
No puede creer lo que está pasando, Micael no es así.
Él no es así...
-Micael... -susurra-. Micael, por favor...

Sonríe al ver al Príncipe agarrándola con rudeza y llevándosela de la estancia. Puede oler su vergüenza. Puede incluso paladearla.
¿Será la mujer realmente una espía?
Vuelven a brotar las carcajadas de su pecho y suben de intensidad conforme los dos se van alejando. Sabe que les acompañarán durante una larga temporada...

entro a las estancia conun sensillo vestidonegro y tacones, algunas joyas pero nada abundante, me gustada lo simple y elegante, entre calmadamente y lo vi , me acerque a el y con un delicado movimiento de cabeza me incline un poco - me presento a usted , soy mina kingsmill, vengo del clan de las aguilas y estoy a su servicio - me enderesco y lo miro a los ojos., esperando a que hablara

La obseva con detenimiento, acariciando su barbilla con una mano.
- Mmm... Aguila... Sé bienvenida a mi morada. Dirígeta a la Cripta y descansa unos días. Pero mantente preparada por si solicito tus servicios.

lo miro a los ojos - gracias señor..y si me mantendre preparada..siempre lo estoy - le digo amablemente - hasta una nueva oportunidad - le digo y hago una señal con la cabeza en forma de despido y salgo de alli calmadamente hacia la cripta

Llegó al gran salón, mirando a los presentes, fue hasta Sire, curvando una sonrisa de lado.
- Mi Señora.
Hizo una reverencia, un poco pomposa, arqueando una ceja.
- He llegado de parte del Clan de las Águilas, estoy a su servicio.

Una carcajada ronca sale de su pecho y resuena por toda la estancia.
- Esto sí que es nuevo... - susurra -. Bienvenida, Mandrágora. Considera la Cripta tu hogar... pero antes de aposentarte, da una vuelta por la mansión y encuentra el estandarte de las Águilas. Cuando lo encuentres llévalo a la Sala de los Relojes... Allí te espero.

Asintió moviendo la cabeza, antes de salir con paso firme de la estacia.

Entra en el lugar un poco desconcertada, pero sin mostrar signos de miedo. Debía mostrarse respetuosa y serena, por lo que inició una reverencia en dirección a La pluma, hincando una rodilla en el suelo.
- Soy vuestra humilde sierva y me siento digna con vuestra presencia. Os presento todos mis respetos. Mi nombre es Saskya y provengo del clan de los Asesinos.

Mantuvo la cabeza baja, esperando su contestación.

-Oh, una asesina -alza ambas manos y una carcajada de ultratumba surge de su garganta-. Los asesinos siempre son muy bienvenidos en mi morada, aunque... aún así, deberás pasar la prueba para entrar -el tono de su voz baja-. Demostrarás tu rápidez y tus dotes en la prueba que te pondré: tienes que encontrar el estándarte de los Osos. Hasta entonces no puedes entrar en La Cripta. Una vez lo hayas encontrado, dirigete al Salón de los Relojes.

- A sus ódenes Sire.
Lentamente me puse en pie y salí cuidadosamente por la gran puerta

Entra en el lugar intentando no demostrar la inquietud que le provocaban las dudas de su mente, pero aun así, siguió adelante diciéndose a si misma que su hermana debía de estar aquí.
Hace una reberencia, hincando una rodilla en el suelo, en dirección a la Pluma.
-Me enorgullece vuestra presencia mi señor, soy Nastia Ivanova, del clan de las panteras. Sera un orgullo para mí si me aceptais como seguidora.

Frunce el ceño ante la visión de la hermosa mujer. Otra pantera... Kyra no estaría nada complacida, seguro. Una sonrisa baila en la comisura de sus labios, pero nadie es consciente de ella, mientras su rostro esté en sombras.
- Bienvenida, Nastia. Como imaginarás, tendrás que llevar una misión a cabo. Otro estandarte queda oculto en mi mansión. Encuéntralo y llévalo al salón de los Relojes - se levanta para desentumecerse -. Es el del clan de los Caídos. No me defraudes.

Asiente con la cabeza
-A sus ordenes, Sire

Llega al salón y se adelanta, colocándose justo donde se habían parado los demás.
Con desagrado, se inclina.
-Soy Lainus, Sire, del Clan de los Osos y estoy aquí para serviros.
Espera impaciente a que le indiquen que puede incorporarse. Hacia siglos que no se sentía así de incomodo.

- Bienvenido, Lainus
Le observa, aburrido. Siempre lo mismo. Presentación... Bienvenida... Misión.
Hoy probaría algo diferente. Deseaba reírse del talento de los Osos con las letras.
- Antes de entrar a mi mansión, deberás hacerme un favor - sonríe con maldad -. ¿Cuál ha sido el último ser que has matado y por qué? Y no seas breve. Quiero oír una buena historia.

Levanta la cabeza y mira al Sire a la altura del pecho.
-El último ser al que he matado fue a un estúpido caza vampiros que se creía Van Helsing. Estuvo dándome caza hasta que me harto, Sire, y le deje que me acorralara en un callejón de Bramesbugo. Allí, y tras advertirle, tuve que romperle el cuello no antes de que gritara como una mujer histérica cuando descubrió que no era uno de esos niños que juegan a ser vampiros. No me gusta que los humanos nos busquen, ya sea para que los convirtamos o para matarnos.

Entra en la estancia con paso firme y movimientos sinuosos. Observa como en el medio se halla un vampiro arrodillado relatando... algo. Cómo odiaba esperar, pero no le quedaba otra. Así que se hizo a un lado y esperó su turno, apoyado sobre una columna.

Las carcajadas hacen eco por toda la estancia. El brillo de unos largos colmillos se distingue en la negrura bajo la capucha.
- Bonito cuento, Oso - comenta con una nota peligrosamente risueña en la voz -. No puedo esperar más de un ser con tanto músculo.
Recorre su cuerpo de forma despectiva.
- Ve a la Cripta y reúnete con tu príncipe.
Observa marchar al vampiro y se fija en el ser trajeado que espera aburrido.
- ¿Y tú quién eres?