Preséntate aquí

Entra sin tener muy claro donde esta. El lugar es oscuro y siente el frio marmol del suelo en sus pies descalzos. Avanza lentamente tratando de entender que lugar era este al cual la mandaron, tenia que presentar pleitesia al Gran Señor, Amo del lugar. No sabia quién o que era, pero eso en este caso no importaba, ya que era ponerse a su servicio o morir.

Caminó hacia el trono, temblando, un poco por el frio que sentia, ya que solo vestia un vestido blanco, que le caia con gracia sobre su cuerpo,hasta el suelo, mostrando cada una de sus curvas, y otro poco por el miedo a lo desconocido. Pero no permitio que esto la detuviera. Llega a unos metros del mismo, hace una elegante reverencia e inclina su cabeza en señal de respeto.

Con suave voz dice: Mi nombre es MPaz, estoy a tu servicio, soy conciente de mis limitaciones Sire, pero pida lo que sea y lo hare.

Permanece en silencio, manteniendo la reverencia y la cabeza gacha en espera de su sentencia.

Se inclina hacia delante en su trono, para observar mejor a la recién llegada.
Un sonido sibilante sale de su garganta.
- Bienvenida. ¿Quién te dijo que vinieras?

Se estremese al oir el sonido procedente del trono y cuando escucha la voz del Sire dandole la bienvenida, se inclina mas si cabe, sin caerse, demostrando asi su gratitud, mientras agradece interiormente que no la haya despachado rapidamente.

Al escuchar su pregunta, siente resurgir la angustia y el miedo al recordarlos cuando la amenzaban, pero no sabe quienes eran ellos, volvieron las imagenes terrorificas que vio en su cabeza proveniente de ellos, pero como ahora, esto no le dejo nada claro, solo mas miedo y confusión, no pregunto, solo se aferro a mantenerse con vida, al igual que en este instante.

Manteniendose exactamente en la misma posición, cierra los ojos, desterrando las imágenes y temblorosa le dice: Los que me iban a matar, Sire, pensaron que quizas le fuera útil de alguna manera.

Puede leer en su mente su historia. Una vampira joven... quizá demasiado. Todavía no controlaba las sombras e incluso le atemorizaba de alguna manera el poder oscuro en su interior. Quizá no tuviera en la Cripta ningún valor... tal vez sí.
- En mi mansión nadie te matará... Pero no te aseguro que nadie lo intente. Habla con Selig, que te enseñe a controlar tu poder. Puede que entonces me seas de alguna utilidad.

Suelta el aire que estaba reteniendo sin darse cuenta hasta ese momento.
No sabia lo que le esperaba acá, pero por lo pronto estaba viva, y aprovecharia todo lo que pudiera aprender de Selig o del que fuera.

Gracias Sire, haré que valga la pena!, y lentamente se endereza.

Sin darle la espalda, fluye rapidamente sin hacer el mas minimo ruido hacia la puerta, casi como una sombra, en busca de Selig, con los ojos muy abiertos sin perder ningun detalle, y desaparece.

Entra, observando disimuladamente cada rincón de ese lugar , sintiendo un escalofrió con cada paso que daba , no sabia que hacia aquí estaba nerviosa .
Camina lentamente tratando de disimular sus nervios. Se para firmemente ante, el que paresia ser amo y señor de este lugar.

-Buenas...-Inclina la cabeza en forma de saludo.
-Mi nombre es Jenedithe Aragonés. Y estoy a sus servicios mi señor.

Sonríe, enseñando sus largos colmillos blancos y afilados.
- ¿Quién eres? ¿Qué clan te envía? - pregunta algo airado, aunque divertido con la situación.
Su ejército inmortal poco a poco iba tomando forma.

Tiembla un poco al escuchar la vos del amo.
-Mi señor me an enviado de el clan de las panteras.-Se arrodilla con una pierna , con la otra se sostiene y inclina la cabeza..
-Mi rever es obedecer su mandato.

- Bien, bien...
Su risa se hace más profunda, sale desde su mismo pecho.
- Ve entonces a la Cripta. Y mantente ocupada hasta que te mande llamar.

-Como usted ordene.-Se levanta lentamente da la vuelta y camina hacia la salida.

Gira la cabeza para enterarse del por qué del revuelo que se había armado y palidece aún más si cabe al ver a la humana tirada en el suelo. Se acerca a ella dando grandes zancadas y la levanta sin esfuerzo.
- ¿Qué diablos haces tú aquí? - su voz es un susurro de ira contenida.
Se aparta hacia un lado, intentando esconderla con su cuerpo.

-Oh, Micael ¡Gracias a Dios que eres tú! -le echa los brazos al cuello, apretándose contra él-. ¡Qué miedo he pasado!

La sacude con furia.
- ¿Cómo has llegado? - pregunta airado -. ¿Quién te dijo que vinieras?

Se inclina un poco para poder observar mejor la actitud del Príncipe de los Caídos.
- ¿Micael? - llama con voz melosa -. ¿Qué está pasando ahí?

Un temblor recorre su cuerpo al escuchar aquella voz desconocida.
Mira los azules ojos de Micael, conteniendo las lágrimas.
-Te seguí... te marchaste sin decir nada -una lágrima moja su mejilla-. No podia dejar que me abandonases.

Vuelve a sacudirla enseñando los dientes.
- Ahora cállate y deja que yo hable.
Se vuelve hacia la Pluma, intentando esconder a la mujer.
- No es nada, mi señor. El alboroto está solucionado.

Un curioso olor llega hasta su nariz.
- ¿Una humana, Micael? - pregunta sin poder contener su ira -. ¿Has traído a una humana sin consultarme?
El eco repite sus palabras por toda la habitación, haciendo un ruido tétrico que hace encogerse a más de uno.

Oh, no podía permitir que riñesen a Micael por su culpa.

Se arma de valor y saca la cabeza por encima de uno de los hombros de Micael.

-Perdone, señor, pero Micael no me ha traido. Yo misma lo segui sin que lo advirtiese.

Cierra los ojos un momento, maldiciéndola interiormente. Pero recupera su expresión sonriente y despreocupada.
- Mi señor, tuve que traerla porque es mi recipiente - miente, obviando las palabras de la mujer -. Su sangre es la única que bebo. Llevo haciéndolo años y me he acostumbrado a su sabor.
Se le encogen las entrañas al notar la desconfianza del hombre, pero continúa con la historia.
- No podía dejar que vagara suelta sin mi control. Podría decirle a cualquiera lo que somos.

Baja la voz y susurra en el oido de Micael.

-¿Pero qué estás diciendo?

Observa a ambos atentamente, con la barbilla apoyada en una mano de uñas afiladas.
- ¿Quién miente y quién dice la verdad? - pregunta en un tono filosófico -. Acercaos.
Le obedecen con rapidez y se arrodillan frente a el. El príncipe tiene que tirar de ella para que rinda cortesía a su Sire.
- Tú mientes, Micael, lo sé. ¿Para proteger a quién? ¿A esta espía?
Alza la voz, incorporándose del trono.
- ¡Levantaos!

Se levanta con rapidez.

-Creo que ha habido un error. No soy ninguna espia -se gira hacia Micael-. Díselo, Micael.

La observa fijamente, y por primera vez ve algo en ella que no le conence del todo...
- ¿No lo eres? - pregunta con intención -. Yo ya no sé nada.

- ¡Callaos los dos!
Mira a la mujer.
- ¿Puedes probar que no eres una espía? - baja los escalones del trono para pasearse a su alrededor, pretendiendo intimidarla -. ¿Crees que no puedo oler tus mentiras, humana?

Da dos pasos hacia atras, temerosa.

-Pero...pero... ¡si ni siquiera sé qué sois! -mira a Micael-. Sólo queria estar contigo.