Preséntate aquí

Se acerca con pasos marcados hasta el lugar donde se había situado el otro vampiro y se inclina ante la suma presencia.
- Mi nombre es Uriel, Sire, del Clan de los Caídos. Os juro lealtad y os prestaré los sevicios que requiráis - anunció con voz firme.
Siguió inclinado hasta esperar la respuesta. Esperaba que se diera prisa, pues odiaba humillarse.

Disfruta viendo al macho de rodillas. En general disfruta viendo a cualquier ser humillado ante él. Y más aún cuando odian humillarse.
- Levántate, Uriel... Bienvenido a mi mansión. Antes de entrar, cuéntame qué te hizo venir a este lugar. Entretenme un rato.

Se levantó lentamente y por primera vez dirigió su mirada hacia la pluma.
- Llevo siglos andando como el llanero solitario, Sire. Pensé que ya era hora de encontrarme con los míos. Sentí curiosidad. Vivir entre humanos es un tanto aburrido. Me preguntaba cómo sería vivir entre vampiros y por eso me decidí entrar aquí.

Hizo una inclinación de cabeza como para confirmarlo él mismo.

Se inclina hacia delante, notando cómo el hielo que rodea su corazón se impulsa hacia la figura arrodillada.
- Entonces entra en la Cripta, Uriel. Busca a tus semejantes - su voz se empieza a convertir en un gruñido ronco -. Pero piensa que has venido a cumplir mis órdenes y mi voluntad, no a satisfacer tus deseos. En el momento que te llame responderás, o serás castigado. ¿Me has entendido?

- Sí, Sire.
Volvió a inclinar la cabeza.
- Le serviré hasta el final de mis días.

- Bien.
Se reclina de nuevo en el respaldo.
- Ahora ya puedes ir a buscar a los tuyos.

Hace una reverencia y con paso calmado, moviéndose como un depredador, sale del receptorio.

Entró con paso decidido a la sala.
Aún siendo humana, ninguno de ellos le daba lo suficientemente meido como para temerles. Aún así les tenía bastante respeto.
Entró saludando a todos.
-Hola, soy Verdandi. Una simple humana que os servirá en todo lo que haga falta.

Entró en la sala sin fijarse practicamente en las personas que se hayaban cerca suya, aunque sabía perfectamente donde se encontraba cada una.
Se agachó con falsa sumisión
- Hola, yo soy Mariska, miembro del clan de los asesinos.-Se levantó lentamente ignorando los comentarios que surgieron cuando dijo asesinos.-Solo pide y se te dará.

Entro en la sala con aire indiferente,miro a las personas allì reunidas habìa de todas las clases dio dos pasos màs y se inclino
-Soy Selene miembro del clan de los Caidos,estoy a su disposicion-
Inclino la cabeza en plan reverencia

Se levanta a saludar a las recién llegadas.
- Encantadoras - dice con la voz sibilante.
Camina entre ellas, haciendo ochos a su alrededor.
- Bienvenidas a mi mundo.
Se detiene detrás de la humana.
- Un lindo bocado para cualquier vampiro - su cuello le llama, la vena palpitante -. Mariska, tu misión será proteger a esta humana de que nadie la muerda hasta que ella dé su consentimiento.
- Verdandi, ya te daré mis instrucciones. Ahora podéis marchar. Esperad a Kyra en el Hall.

Las ve marchar y se acerca a Selene con paso calmado.
- ¿Estás dispuesta a todo por permanecer en mi mansión, Selene? - pregunta en su oído con la voz de ultratumba.
Su cuerpo oculto por la gran túnica con capucha apenas la toca, pero siente su piel erizada.

-Si sire a todo-
Agacho la cabeza

Asintió al escuchar a la Pluma, tenía una misión y no dejaría que se echase a perder.
- Como desee Sire.- Se giró hacia la Humana estudiandola, sería complicado mantenerla alejada de los machos.- Querida ven conmigo, no tienes nada que temer mientras estes conmigo.
Le hizo un gesto a Verdandi saliendo junto a ella directas al Hall.

- Bien, bien...
Camina de nuevo hasta su trono y se deja caer con la elegancia de una sombra.
- Entonces dile a Kyra que te lleve al Rosetón Norte. Allí encontrarás a Christopher, un humano bocazas que ya cumplió su castigo. ¡Sácale de la celda y procúrale comodidades! Esas son mis órdenes... de momento.

-Lo que ordene Sire-
Hizo una reverencia con la cabeza y salio a buscar a Kyra

Entró en la gran habitación andando con pasos seguros hacia el trono. Al llegar, hizo una leve reverencia.
- Layna, del clan de los caidos. Para servirle.

Sonríe de medio lado. Los malditos llegan a su mansión como las moscas a la miel.
- Bienvenida, Layna.
Alza una mano y la insta a acercarse a su trono.
- Acércate un poco más, tan lejos no puedo apreciar tu belleza.

Incorporándose se acercó hasta la Pluma como ella le había dicho, quedando frente a frente.
Alzó el rostro, esperando.

Puede ver lo hermosa que es y por dentro rabia de indignación.
- Eris está muy ocupada con su trabajo como escolta. A partir de ahora, tú atenderás a los humanos en el Rosetón.
Su voz es dura y no tarda en despedirla con un gesto de la mano.

- Como desee..
Haciendo una leve reverencia se dio la media vuelta saliendo del salón.

Entro en la sala, encapuchado, me quedo immovil observando todas las minuciocidades del lugar. Me siento incomodo.
Haciendo un esfuerzo para no titubear empiezo a avanzar lentamente hacia el centro de la sala, escucho mis pasos rebotar solitarios por las paredes. Sin prenderlo dejo salir una sonrisa que me reprimo pronto.
Estoy en el medio de la sala. Me arrodillo

-Soy del clan de las sombras y estoy aquí para serviros, - con voz ronca y con un tono mas seguro y alto- Anhelo serviros!
Deseo poner mis conocimientos y mi mente en tu poder.
Cierro los ojos con fe a vos.

Sonríe, complaciente, aunque la capucha cubre su rostro y esta sonrisa no se ve.
-¡Un sombra! Pensé que no vendría otro... parece que los miembros de este clan escasean o... ¡a saber dónde están! -su carcajada suena como cristales rotos-. Espero que hables más de lo que habla tu píncipe, el tipo parece demasiado ensimismado con sus sombras... ¿todos teneis ese defecto? -hace un movimiento con la mano-. En fin, sombra, cuéntame cuales son los límites de tu poder, si alguna vez los has experimentado. Rélatame cómo los descubristes -se sienta en el trono y lo observa-. puedes hacerme alguna demostración de paso.

Desde el suelo, pero incorporando la cabeza para ver su rostro:
-Hablar con seres humanos es denigrante, a veces mantenerte callado te ahorras sufrir las mentiras de esa escoria, aun asi serviré a mi principe como lo desee.
Me levanto y doy dos palmadas que resuenan por todo lo alto como dos fuetazos
- Con vuestro permiso mi señor os contaré y demostraré mis habilidades.
Entran en la sala una pequeña liebre subida al torso de una pantera negra como la noche, llevando una bolsa para mi.
Me giro hacia ellos y digo: -Astramon fir cuentaco, giglita perto trum.
- Les he dicho que se vayan de aqui caminando de cara a usted, como puede ver mi vida en los montes ha sido froctifera. He convivido con ellos y aprendido su habla, y mas tarde me instrui en el arte de la alquimia en el Monte Olimpo de Chipre despues de la trajedica batalla de Ipsos el 301 ac, donde me transformé.
Cojo de la bolsa un vaso echo de roca misma culpido de forma maldestre e invierto en el un liquido azul-violado, huele mal.
Sin que quiera que nadie se entere cojo algo de mi bolsillo y lo meto dentro del vaso. De golp empieza a hacer frio, el baso se congela, me caigo de espaldas, esto no estaba previsto.
- Sire, me parece que he metido la pata, creo que se esta congelando todo lo de alrededor del vaso, necesito unos minutos para enmendarlo.
Con cara firme, intento ser ingenuo y intento que nadie se percate de mi miedo.

-¿Esto es lo único que puedes mostrarme? -apoya las manos en los reposa brazos de plata. Las largas mangas cubren sus manos y únicamente deja al descubierto el leve atisbo de unos dedos.